La palabra samurái (侍 samurai?)1 o samuray 2 generalmente se utiliza para designar una gran variedad de guerreros del antiguo Japón, aunque su verdadero significado es el de una élite militar que gobernó el país durante cientos de años.3
El origen del samurái data de alrededor del denominado siglo x y se fortaleció al concluir las Guerras Genpei a finales del siglo xii, cuando fue instituido un gobierno militar bajo la figura del shōgun, por el cual el Emperador de Japón quedó a su sombra como un mero espectador de la situación política del país. Su momento cumbre tuvo lugar durante el período Sengoku, una época de gran inestabilidad y continuas luchas de poder entre los distintos clanes existentes, por lo que esta etapa de la historia de Japón es referida como «período de los estados en guerra». El liderazgo militar del país continuaría a manos de esta élite hasta la institución del shogunato Tokugawa en el siglo xvii por parte de un poderoso terrateniente samurái (conocidos como daimyō) llamado Tokugawa Ieyasu, quien paradójicamente, al convertirse en la máxima autoridad al ser nombrado como shōgun, luchó por reducir los privilegios y estatus social de la clase guerrera, proceso que finalmente culminó con su desaparición cuando el emperador retomó su papel de gobernante durante la Restauración Meiji en el siglo xix.
Históricamente la imagen de un samurái estuvo más relacionada con la de un arquero a caballo que con la de un espadachín, y no fue sino hasta que reinó una relativa paz que la espada adquirió la importancia con la que se la relaciona actualmente; la fantasía y la realidad de los samuráis se ha entremezclado e idealizado y sus historias han servido de base tanto de novelas, como de películas e historietas.
La figura del samurái surgió en el siglo X, pero fue al final del siglo XII, tras las Guerras Genpei, cuando adquirieron fama y poder. La consecuencia más importante de esta guerra fue la instauración del primer shogunato, un gobierno militar que tenía a todos los efectos más poder que el mismísimo Emperador.
. Los samuráis seguían un estricto código de normas morales: el bushido (camino del guerrero). Este estilo de vida estaba basado en 7 virtudes: justicia, coraje, benevolencia, cortesía, honestidad, honor y lealtad (más info). Si un samurái fallaba y se alejaba de este “camino”, se consideraba deshonrado y por tanto debería cometer o harakiri.
. ¿Harakiri? Sí, era una práctica muy común entre los samuráis caídos en desgracia o deshonrados. Se trataba de un ritual de suicidio, también conocido como “seppuku”. El termino “harakiri” significa literalmente “cortarse el estomago” y es que el ritual consistía básicamente en esto, un suicidio público en el que el samurái se rajaba el estomago con el tanto (un cuchillo chuchillo corto). ¿Por qué el estomago? Este ritual se realizaba para recobrar el honor, y la creencia popular era que la mente residía en esa parte del cuerpo, y era la forma de purificar sus pecados.
Antes que nada, un samurái era un guerrero. Dominaban los combates de todo tipo, aunque el uso de las espadas (en especial la katana) era su especialidad. Las katanas, las típicas espadas japonesas, solían medir unos 60 centímetros y tener solo un único y afiladísimo filo. Para un samurái, la katana era como su alma. Eso sí, no era ni mucho menos la única arma que utilizaban: también estaban el tanto (cuchillo), la wakizashi (una espada más corta que la katana), el bokken (sable de madera) y el daikyu (arco), entre otras.
. Pero eso no es todo, tan importante o más que la espada era la armadura. Todas las batallas comenzaban con un ritual para colocarse la armadura, la cual consistía en varias piezas: el kabuto (casco que protegía la cabeza), el menpo (mascara que tapaba el rostro) y la armadura en sí que, cuanto más importante y rico era el samurái, más detalles y peso llevaba.
Otro de los rituales más curiosos que los samuráis realizaban antes de una batalla era quemar incienso dentro la máscara: el incienso es un símbolo de purificación y lo hacían por si durante el combate eran decapitados. El primero en hacerlo fue Kimura Shigenari.
Más allá de las artes del combate y de la guerra, los samuráis eran personas cultas, que dominaban artes como la escritura y la caligrafía, la música, la meditación y hasta ceremonias tradicionales como la del té o del ikebana (arreglos florales). Gracias a todos estos conocimientos, una vez acabado el periodo del shogunato, la mayoría de samuráis no cayeron en desgracia sino que ocuparon altos cargos administrativos (viva la cultura!).
Existían unos samuráis que por algún motivo no pertenecían a ningún daimyo (señor feudal): eran los conocidos como ronin (o samuráis vagabundos). La leyenda más famosa alrededor de estas figuras es la de los 47 ronin.
10. Algunos de los samuráis más famosos de la historia fueron Miyamoto Musahi, Togugawa Ieyasu, Toyotomi Hideyoshi y Saigo Takamori (el último samurái). Aunque nuestro favorito es Kenshin Himura XD.
EL CODIGO BUSHIDO
El Bushido, también conocido como El camino del guerrero, era un código para el samurai que se desarrolló entre el Heian y Tokugawa –entre los siglos IX y XII– y fungió como una guía respecto al estilo de vida basándose en el zen, el confucionismo, el budismo y el sintoísmo. En consecuencia, sus bases eran las siguientes: “lealtad, autosacrificio, justicia, sentido de la vergüenza, modales refinados, pureza, modestia, frugalidad, espíritu marcial, honor y afecto”, desde donde no puede existir el miedo a la muerte –pues habrá reencarnación y se volverá a vivir otra vida en la Tierra– ni al peligro o al riesgo.
Por un lado, el zen brindó la premisa de que un samurái podía alcanzar el definitivo “absoluto”; es decir, concentrarse, alcanzar un nivel de pensamiento complicado de expresar en palabras y conocerse a sí mismo para evitar limitarse por el miedo, la inseguridad o los errores. Por otro lado, el sintoísmo proporcionó lo que algunos llaman “la columna vertebral del patriotismo hacia Japón”, pues según su paradigma la Tierra no está para satisfacer las necesidades personales, sino para rendir lealtad a la “residencia sagrada de los dioses, los espíritus de sus antecesores”. Entre los dioses se encuentra la familia imperial, quien era vista como la fuente de la nación, y el emperador, como la representación del cielo en la tierra. Con ello, el samurái se comprometía no sólo con el emperador y a su daimyo –o señor feudal–; también con la Tierra, para que ésta fuera protegida y alimentada por su patriotismo. Mientras tanto, el confucionismo no sólo estructuró un sentido social (en el cual se le da importancia a las cinco relaciones morales entre Maestro y Siervo, Padre e Hijo, Marido y Esposa, Hermanos mayor y menor, y Amigo y Amigo) sino que también le dio un sentido tanto al hombre como al universo, en donde ambos “fueron hechos para ser semejantes tanto en espíritu como en ética” basándose en la justicia, la benevolencia, el amor, la sinceridad, la honestidad y el autocontrol.
De hecho, con el fin de asegurarse de alcanzar estos ideales y mantener a una nación unida a lo largo de tiempos problemáticos –guerras civiles, incertidumbre, desesperación…–, se formó El código de Bushido o una guía moral que insistía en ser fieles a él para permitir que el honor creciera:
Mientras que su credo recitaba de esta manera:
El credo del samurái
No tengo parientes, yo hago que la Tierra y el Cielo lo sean.
No tengo hogar, yo hago que el Tan T’ien lo sea.
No tengo poder divino, yo hago de la honestidad mi poder divino.
No tengo miedos, yo hago mis medios de la docilidad.
No tengo poder mágico, yo hago de mi personalidad mi poder mágico.
No tengo cuerpo, yo hago del estoicismo mi cuerpo.
No tengo ojos, yo hago del relámpago mis ojos.
No tengo oídos, yo hago de mi sensibilidad mis oídos.
No tengo extremidades, yo hago de la rapidez mis extremidades.
No tengo leyes, yo hago de mi autodefensa mis leyes.
No tengo estrategia, yo hago de lo correcto para matar y de lo correcto para restituir la vida mi estrategia.
No tengo ideas, yo hago de tomar la oportunidad de antemano mis ideas.
No tengo milagros, yo hago de las leyes correctas mis milagros.
No tengo principios, yo hago de la adaptabilidad a todas las circunstancias mis principios.
No tengo tácticas, yo hago del vacío y la plenitud mis tácticas.
No tengo talento, yo hago que mi astucia sea mi talento.
No tengo amigos, yo hago de mi mente mi amiga.
No tengo enemigos, yo hago del descuido mi enemigo.
No tengo armadura, yo hago de la benevolencia mi armadura.
No tengo castillo, yo hago de mi mente inamovible mi castillo.
No tengo espada, yo hago de mi no-mente mi espada.
Volvemos a Japón, pero esta vez no para hablaros de su cultura (propiamente dicho, aunque sí influye en ella) o sus conflictos políticos. Esta vez os traigo una pequeña recopilación de armas que sustentaron el ejército japonés y la importancia que tienen. Obviamente al hablar de Japón se nos viene a la cabeza el típico samurái vagabundo que lleva consigo una katana y se enfrenta a todo tipo de situaciones con mente fría sin arrugarse ante el miedo. Pero antes de la llegada de ese samurái clásico, los guerreros nipones pasaron por muchos tipos de armas e incluso durante el Sengoku Jidai cada samurái se especializaba en un estilo de lucha y manejo de armas.
Antes de que el samurái con katana y armadura de placas que nos viene a la cabeza se convirtiese en el ejemplo y el estándar de guerrero nipón, los samuráis eran diestros en el manejo del arco. Aún incluso cuando la espada era el arma por antonomasia del samurái, muchos de ellos se entrenaban en el centenario arte del kyudo.
Por tanto entramos en el arte marcial que engloba el uso del arco (Kyudo), arma más conocida en Japón como Yumi. Estas armas fueron el terror de los ejércitos nipones y una de las más mortíferas del campo de batalla.
El Yumi fue el arma principal en la etapa previa al orden samurái (1185), el arco y las flechas durante aquella época era el arma con mayor potencial y de un uso mucho más extendido. Además, hay que añadir, que los estilos de combate llevados a cabo durante las etapas más tempranas de la cultura nipona eran mucho más honorables y singulares. Ya que la gran mayoría de batallas se llevaban a cabo de forma individual o en pequeños grupos de guerreros montados a caballo armados con arco y flechas.
No fue hasta la invasión mongola (1274-1281) cuando Japón se vio abrumado ante su enemigo y cambió su forma de combatir hasta que llegamos a la época del Sengoku Jidai.
El Yumi es un arco poco común, hablando dentro de estándares europeos, se caracteriza por ser un arco de grandes proporciones y asimétrico. Su longitud media es de 220cm y su máxima altura se encuentra en la pala superior, mientras que la pala inferior se encuentra recortada, se cree que para mayor movilidad y uso al cabalgar. Los guerreros que manejaban estas armas son conocidos kyudokas ya que son maestros del kyudo, arte marcial que engloba el arco tradicional japonés, en el cual aún a día de hoy se práctica y se llevan a cabo competiciones. Podemos encontrar dos variaciones importantes dentro del propio Yumi; el arco largo, conocido como daikyu, un arco utilizado sobretodo por la infantería por su gran tamaño, aunque no era raro verlo en samuráis montados. Queda, pues, la última variación de esta temible arma, hankyu un arco corto pensado sobre todo para el combate a caballo por su tamaño reducido.
La caballería es un bien preciado de los ejércitos en toda historia militar, pero tal como he explicado en este artículo, el combate montado tenía gran importancia en el antiguo Japón aunque realmente la aparición de este arma vino acaecida por la invasión del imperio mongol. El Yari es una lanza tradicional japonesa de hoja recta de longitud variable, podemos encontrarla de todos los tipos y tamaños, dependía del uso que se le quería dar y el rango de quien la empuñaba. En la gran mayoría de contiendas se contaba con un buen número de guerreros, normalmente ashigaru que se colocaban en aquellos puntos del combate que interesaba defender con intensidad, bien para detener la carga de jinetes enemigos o para cubrir posibles puntos flacos.
Se empezaron a fabricar de manera extensiva en el periodo Muromachi (siglo XIV), tomando como referencia a su antecesora el hoko una lanza cuyos materiales y formas son más básicos, y cuya principal diferencia reside en el encaje entre la hoja y la empuñadura: en el Yari, la hoja se introducía dentro del hueco del bastón de la empuñadura (de la misma manera que una espada), mientras que en el hoko se introducía el bastón dentro de la hoja provocando que muchas armas se partiesen por la mitad.
El Yari tomó tal importancia en el campo de batalla que se convirtió en el arma sobre la que se sustentaba todo ejército, ya que era de fácil manejo pero difícil de dominio y sobre todo, baratas de fabricar. Aunque grandes generales samuráis destacaron por su uso de la lanza. Entre ellos encontramos al famoso general de Tokugawa Ieyasu, Honda Tadakatsu, el cual bautizó su Yari como Tombokiri(Libélula).
Por fin llegamos al arma por antonomasia del guerrero nipón, alma del samurái, amante y amiga. Lo era todo para ellos consagraban su vida al arma.
Era un tipo de sable, curvado. Su tamaño normal rondaba el metro de longitud. Casualmente el modelo más famoso de esta arma es conococida como Oda Nobunaga, en honor al famoso Daymio unificador de Japón.
El origen de la katana japonesa se remonta a los siglos X-XII, cuando los chinos de la dinastía Song introdujeron en el país una espada curva llamada «El destripador de caballos», nombre dado por ser un arma utilizada en combate contra la caballería pesada para destripar el vientre o atacar los cuartos delanteros del caballo. Esta arma evolucionó a lo largo de los años pasando por diferentes estados y nombres (Uchigatana, Okatana, Nodachi, Tachi).Pero no fue hasta la era de los estados en guerra que encontramos la popular forma de sable largo de un metro de longitud y de hoja curva afilada.
Debido a su excepcional forma, la katana era un arma pensada para el corte y no para la estocada, eso sí, debo señalar que su forma no fue pensada tal cual desde un principio sino que tras años de evolución y las diferentes técnicas utilizadas para forjarlas acabó teniendo esta popular y atractiva forma que tanto gusta a día de hoy como hace quinientos años.
La wakizashi fue un arma esencial en el equipo común de todo samurai . Conocida como shoto (espada corta), forma parte de la pareja de espadas que se completa con la espada larga (katana o daitō). La hoja de la wakizashi mide entre treinta y sesenta centímetros y era la única arma que no se separaba del guerrero.
En la era Edo esta pareja de espadas (daisho) se consideraba el símbolo de la clase samurái, un objeto que aportaba prestigio. Normalmente las llevaban entre el hakama (pantalón de calle japonés tradicional) y el obi (un fajín anudado alrededor de la cintura).
Esta indumentaria se popularizó en el periodo Muromachi (XIV-XVI). Este cambio obedece, entre otros motivos, a la restricción impuesta, por el shogunato, de llevar espadas largas en encuentros aristocráticos. Así pues, mientras la katana se dejaba fuera o lejos del guerrero, la wakizashi se convirtió en el arma esencial para defenderte ante el ataque de otros samurais o asesinos durante su vida cotidiana. La wakizashi había sido utilizada de manera muy intensiva en las grandes batallas de las épocas previas, popularizada sobre todo por el famoso guerrero Miyamoto Mushashi, pero en la paz que trajo la era Edo dejó de ser un objeto de batalla, para convertirse en un arma para la defensa propia. Esto dio a lugar que la wakizashi no fuese solo un arma portada por samurais sino también por ciudadanos comunes que la utilizaban ante posibles robos o ataques callejeros como defensa.
Fue un arma ideal para luchar en espacios cerrados y para sorprender al enemigo con un desenvaine rápido. Pero también se podía observar como muchos samuráis la utilizaban en combinación con la katana para atacar a puntos ciegos del enemigo o provocar que el contrincante se abriese y dejase al descubierto el costado.
La naginata fue un arma de asta larga muy utilizada por la clase samurái, se aprovechaba su alcance para ganar espacio en batalla. Se considera una de las armas más poderosas del Japón feudal y ha sido muy popular en el anime.
La naginata tenía dos versiones, una masculina, ō-naginata y otra femenina, ko-naginata. La primera era mucho más larga y pesada, ideada para dañar armaduras y sesgar miembros con facilidad; la segunda era más manejable y se utilizaba sobre todo para la autodefensa. Se cree que su uso empezó en los templos de Japón como arma defensiva para el monje.
La naginata fue especialmente popular en las guerras Gempei (1180-1185), alcanzando una posición muy importante en las tropas de los Minamoto y los Taira. Se empezó a utilizar como un arma útil para combatir la caballería, gracias a su longitud permitía relentizar a los jinetes y poder desemembrarlos, tanto a él como al caballo, sin demasiada dificultad.
La naginata se compara frecuentemente con la pica europea. Ambas son armas con aplicaciones militares muy parecidas, existiendo sin embargo más posibilidades tácticas en la naginata, que era más manejable, más corta y con la hoja curva, lo que le permitía más posibilidades a corta y media distancia. La naginata requería una gran fuerza para su correcto manejo, existiendo el juego con el centro de gravedad para lanzar movimientos ágiles aprovechando la inercia de cada golpe.
En el periodo Edo (1603-1868) la naginata dejó de utilizarse en la gran batalla y quedó relegada a una posición más honorífica. En su lugar, el yari (muy similar a una lanza europea) tomó su posición. Las desventajas de la naginata son precisamente el gran tamaño de su hoja y el gran espacio que necesita para blandirse; esto hacía difícil organizar grandes grupos de soldados sin dañarse entre sí. El yari era más “especializado” y permitía tropas más numerosas para enfrentar a la caballería.
Sin embargo, las mujeres bushi guerreras continuaron utilizando su ko-naginata siglos después como símbolo de poder. Era habitual que la mujer tuviese que defenderse o proteger el hogar especialmente cuando el marido estaba fuera; la naginata fue para las mujeres como la katana para los hombres, un arma que llevar constantemente.
Planellas Vidal, P. (2002). Enciclopedia de las armas japonesas. Barcelona: Alas.